sábado, 18 de mayo de 2013

Vamos a jugar


Esta vez no quiero hablar yo, o tal vez sí, pero no quiero comenzar a crear un hilo conductor de palabras que logren expresar mis emociones. Sino más bien quiero compartir contigo un trozo de uno de los mejores libros que he leído: Las voces del desierto.

Lo que ahora leerás es un extracto, que cuando yo lo leí comprendí por qué siempre me había opuesto un poco a los deportes, a los bailes competitivos y a los juegos. Es por eso que hoy no quiero usar mis palabras, sino que tomaré prestadas éstas.  

“Esa noche, Mujer de los Juegos partió la hoja en pedazos. No los contó en el sentido convencional que nosotros le damos a la palabra, pero utilizó su propio método para que todos recibiéramos nuestro trozo. Mientras ella trajinaba con la hoja, nosotros hacíamos música y cantábamos. Después empezó el juego.
La primera pieza se depositó sobre la arena, mientras proseguían los cánticos. A ésta le siguieron otras hasta que paró la música. Observamos entonces el dibujo formado como un rompecabezas. A medida que se colocaban más piedras sobre la arena, comprendí que las reglas permitían mover cualquier pieza si uno creía que la suya encajaba mejor en otro sitio. No había turnos específicos. En realidad se trataba de un juego colectivo sin afán competitivo. Pronto se completó la parte superior de la hoja, que recuperó su forma original. En ese momento nos felicitamos todos mutuamente, nos estrechamos las manos, nos abrazamos y nos pusimos a dar vueltas. Todos habían participado en el juego, que aún estaba a medias. Nos concentramos de nuevo en completar la tarea. Yo me acerqué al rompecabezas y coloqué mi pieza. Después me acerqué de nuevo, pero no distinguí cuál era la mía, así que volví y me senté. Outa me leyó el pensamiento y me dijo: “No pasa nada. Sólo parece que los trozos de hoja están separados, igual que las personas parecen separadas, pero todos somos uno. Por eso es el juego de la creación.”
(…/…)
Noté entonces que todos ellos me estaban mirando, y por mi mente cruzó la idea de levantarme y acercarme al dibujo. Cuando lo hice, sólo quedaba un espacio vacío y el trozo de hoja correspondiente se hallaba a unos centímetros, en el suelo. Al colocar la última pieza del rompecabezas, un grito de júbilo quebró el silencio y resonó en la inmensidad del espacio abierto que rodeaba a nuestro pequeño grupo.
A lo lejos, unos dingos alzaron los hocicos puntiagudos y aullaron al silencio…..
“Tú lo has acabado y eso confirma tu derecho a este viaje – continuó Outa-. Nosotros recorremos un camino recto en la Unidad. Los Mutantes tienen muchas creencias (…) Pero la verdad es que toda la vida es una. Sólo hay un juego. (…) La verdad es la verdad. Si hieres a alguien, te hieres a ti mismo. Si ayudas a alguien, te ayudas a ti mismo. (…) Los Mutantes piensan sólo en sí mismos, separados unos de otros.”
(…/…)
A continuación hablamos sobre juegos y deportes. Les conté que en Estados Unidos nos interesan mucho los acontecimientos deportivos, y que de hecho les pagamos mucho más a los jugadores de baloncesto que a los maestros. Me ofrecí a mostrarles uno de nuestro juegos y sugerí que nos colocáramos todos en línea y corriéramos lo más deprisa posible. El más rápido era el ganador. Ellos me miraron atentamente con sus hermosos y grandes ojos, y luego se miraron entre sí. Por fin alguien dijo: “Pero si gana una persona, todos los demás tendrán que perder. ¿Eso es divertido? Los juegos son para divertirse. ¿Para qué someter a una persona a semejante experiencia y tratar de convencerla luego de que en realidad ha ganado? Esa costumbre es difícil de entender. ¿Funciona con tu gente?” Yo me limité a sonreír y a negar con la cabeza.
(…/…)
Esa noche me tumbé de espaldas y contemplé un cielo increíblemente brillante. Ni siquiera una exposición de diamantes en el escaparate de negro terciopelo de una joyería hubiera resultado más impresionante. Ante aquel cielo, mi atención se sentía atraída como por un imán. Parecía que abría mi mente, porque comprendía que mis compañeros de viaje no envejecían como nosotros. Cierto es que sus cuerpos también acaban por desgastarse, pero es un proceso similar al de una vela que se extingue lenta y uniformemente. A ellos no se les estropea un órgano a lo veinte y otro a los cuarenta.
(…/…)
Por fin mi cuerpo empezaba a enfriarse. (…) ¿Cómo iba a compartir con mi sociedad lo que estaba aprendiendo allí? Tenía que prepararme para el hecho de que nadie querría creerme. A la gente le resultaría difícil creer en este estilo de vida. Pero por alguna razón yo sabía que la importancia de cuidar la salud física iba unida a la auténtica curación de los seres humanos, la curación de su existencia eterna herida, sangrante y enferma.

Juguemos más y olvidemos la competencia. Que eso sea parte también de nuestras intervenciones, de nuestro servicio, de nuestro amor. 

lunes, 13 de mayo de 2013

Un Click


El uso de estos dispositivos electrónicos, día a día invaden un poco más nuestras vidas. Mi vida, tu vida, nuestras vidas, están ahí en medio de nuestras interacciones.  No es que me moleste que existan , de hecho soy de las que tiene un celular con internet y usa Ipad, hago esta aclaración para dejar en claro que no pretendo enmascararme de una snob anti tecnología.


Pero sí hay algo que no termina de hacer ruidos adentro de mis neuronas. Es el simple hecho que asumamos estos dispositivos como “parte de”… como elementos indispensables, como aparatos de uso cotidiano, acompañantes infaltables en nuestros bolsillos, en el whatsup que irrumpe en medio de las clases, como los computadores y el internet que indudablemente están en nuestras casas. Son esos supuestos, esos invitados permanentes a nuestras cotidianidades, los que golpean adentro de mi cabeza… Entonces pienso: ¿Por qué? Por qué hemos asumido que así debe ser, por qué hemos abierto nuestras vidas así, por qué nos hemos esclavizado de tal manera. No es que plantee tampoco que soy una dependiente, de ninguna manera, mi uso de esos dispositivos obedece más bien a muchos eventos “casuales”,  pero que de casualidades también hemos encendido la televisión y hechos hecho unos cuantos click, y nuestras vidas aparecen desnudas en internet. Entonces siento que a veces merece la pena preguntarse el por qué, oponerme al menos por una pequeña declaración de principios, por un deseo de no querer que la tecnología me inunde, me ahogue, quiero al menos darme cuenta, hacer una pausa e incluso a veces decir BASTA!, botar el celular, apagar las luces e irme caminando, no sé pa dónde, sólo irme ¿vamos?…

Toda esta reflexión, un poco trillada tal vez, porque lo que planteo no es nada nuevo, tiene un sentido, y es que otra vez (otra vez más) HAY que escribir de la sesión pasada de Creatividad. El Martes pasado hicimos una adaptación a un mouse –de esos que hacen click- para que con un cablecito y una esponja al otro lado, se pudiera hacer el click presionando la esponja. Desde una primera impresión uno diría que carece de lógica tener el botón fuera del mouse, o en otro mouse. Y bien, uno piensa eso porque puede gozar de una motricidad que nos permite usar esos aparatos “normales”. Pero ¿qué pasa entonces con los niños que no tienen tanto control motor?  Qué pasa con esas personas que la única parte de su cuerpo que pueden mover es su mentón, o que el movimiento de sus manos se ve limitado por déficit neuronales, lesiones medulares (o quizás cuántas cosas con nombres medios médicos que a mí me dan un poco lo mismo) qué pasa? …. Pasa que la mayoría de las veces se tienen que restringir a no acceder a estos dispositivos, pasa que hay una sociedad normalizadora, pasa que muchas veces no pensamos en ellos, pasa, pasa pasa… Y sigue pasando. La invitación como Terapeutas Ocupacionales es precisamente a no permitir que pase, sino que reaccionemos, que creemos entonces adaptaciones para que con la esponjita puedan hacer click e ingresar a ese mundo virtual, del que tú y yo somos parte (en parte podríamos decir que facilitamos el acceso a esa esclavitud, no lo tengo tan claro….

Pero a mí me pasa entonces que si esa dimensión que cuestiono, que repudio incluso a veces… Si esa dimensión puede abrir sus ventanas para permitir las sonrisas de esas personas, para lograr incluirlos, para entregar unos juegos, unos instantes de diversión. Es ahí, cuando me da lo mismo la reflexión de antes… Porque entonces esto SI tiene sentido, o al menos a mí me hace sentido {aunque no haya gustado la expresión creativa (?) ni los sistemas electrónicos que eso conlleva}.





lunes, 6 de mayo de 2013

Comunión de movimientos


Fui una de las ausentes a la clase de movimiento. Sin embargo no sé si debo o no escribir reflexiones respecto a ello. Pienso que no, que es patudo hacer una reflexión de una sesión que no viví, de todos modos prefiero hacer públicos los pensamientos y sentimientos que puedo tener (de la sesión no vivida, de los otros movimientos experimentados, o de otro punto de vista: de los no movimientos, tan sólo un juego de palabras) porque esto es parte de mis responsabilidades académicas también.

Ese martes falté a clases no en un acto de rebeldía (los motivos detallados no merecen ser publicados) sino más bien porque hubo otros movimientos y latires que guiaron mis pasos hacia otros rumbos, otros senderos que urgían de mi presencia en determinados lugares. Y simplemente me fui de la u…

Fue una tarde de harto movimiento, no desde los zapatitos que se mueven para guiar nuestra corporalidad, ni aquellos masajes que nos conectan como compañeros, tampoco tuve palabras que escoger, de ninguna forma; representar esa palabra. De cierta manera cuando mis compañeros me contaron a grandes rasgos lo vivido en la sesión, tuve ganas de estar en esa clase. Pero el tiempo no se guarda en una cinta y tampoco nos permite rebobinar . Debo reconocer que probablemente si estuviera en esa misma situación escogería nuevamente esos otros movimientos. Lamentablemente la vida también se trata de escoger, de decidir, de dejarse atrapar por la coyuntura, de no engolosinarnos con las opciones, se trata de moverse en algunos caminos. Esa tarde escogí otros movimientos.

Hablo de los movimientos que germinan  desde la sangre que fluye por nuestro cuerpo, que nos impulsa a dar saltos al vacío a veces, a lanzarnos y atrevernos a vivir esta vida, y otras vidas también…  Hablo de los movimientos que nos hacen sentir muy presentes, muy conectados. Pienso hoy en la “compasión”-no desde una connotación negativa-sino más bien desde lo que etimológicamente nos recuerda: Sentir con el otro. Ese movimiento es el más lleno de vida, de amor, de creatividad también.



Y volviendo a la sesión… Creo que los zapatitos cuando se movían en la clase, tenían mucho de compasión,  imitada por los asistentes a ese encuentro, compartida en un espacio de sagrada comunión, vinculando cuerpos y sentires, compadeciéndose. Yo no había pensado en los zapatos de mi vida, pero hoy me hace mucho sentido. Resuenan esas pisadas, rigen mi existencia esos cordones atados, desatados, esa coordinación inexorable entre ambos, soy una parte de ese par y no quiero dejar de serlo!
Supe también que esa clase había tenido de un ratito masajeado (¡qué delicia!) Probablemente usted que lee esto no sabía que una de las cosas que más amo hacer en la vida es hacer masajes. He hecho varios cursos de varios tipos de masajes, he cobrado por algunos, he hecho más gratis, pero siempre lleva harto de amor. Un día pensé en lo natural, en lo espontáneo que es masajear a otro, como un acto de conexión, de cariño, de entrega, de besos, de abrazos, de locura y milagros. Y me encantó la idea de que fuera inherente a las personas o a los seres vivos el querer masajearnos, tocarnos, sentirnos. Pensé luego en por qué debía entonces tomar cursos para aprender técnicas sobre cómo masajear, era algo que estaba en mí y sólo debía dejarme fluir (movimientos de energías, de brazos, de manos, movimientos de amor) y entonces me acordé de las reflexiones de un hermano respecto de las pinturas, invitándome a sus clases: “Stef, ir a eso es como descubrir el paraíso, uno sabe pintar, si es lógico, pero en las clases es ver desplegado todas las otras opciones de pintar que uno no había imaginado, es dejarse deleitar” y eso he hecho yo, he permitido que los masajes me seduzcan, que me inviten a crear vínculos corporales, una pequeña entrega desde alguien que no abraza mucho, que no besa mucho. Con esa excusa de masajear podemos movernos juntos, como bailarines sincronizados, como la energía que nos envuelve, que nos une.

¡Benditos movimientos que nos hacen comunidad, que nos hace amarnos, que nos hace descubrirnos!



Yo andaba en otros movimientos, moviéndome con ustedes también.